La gente siente una especial atracción por todo aquello que sea gratuito; No importa qué, ni la utilidad o el provecho que tenga para nosotros. Sirva o no sirva, nos vemos atraídos ante la expectativa de recibir cualquier cosa. Este deseo aumenta considerablemente cuando vemos como lo recibe el vecino, este hecho acrecenta todavía más la ansiedad por poseer el codiciado objeto. A pesar de que no sirva para ningún propósito nuestro, aunque tengamos que depositarlo en la papelera más cercana en el mismo instante, sentimos la necesidad que un ejemplar de ese objeto pase por nuestras manos.
Esta necesidad genera todo un mundo de objetos destinados a satisfacer ese anhelo de posesión efímera. Toda una suerte de folletos, abanicos, llaveros, bolígrafos, camisetas, gorras, viseras, parasoles... deben su existencia y comercialización al impulso que nace ante la expectativa de conseguir algo de manera gratuita. Todos ellos, convenientemente estampados con la marca de turno, se reparten al por mayor entre las ansias de desesperados que reclaman un pedazo de gratuidad. Cuanto mayor y más generoso es el reparto mayor deseo genera, sin mantener relación coherente alguna con la necesidad real que los beneficiados tienen con la utilidad del objeto. Todo vale, con tal de recibirlo, aunque para nada me sirva.
Con este panorama resulta bastante difícil la tarea de mantener los derechos de los autores en internet, pues ante al disyuntiva de conseguir una copia gratis o pagar un porcentaje por su uso, la mayoría se decanta por la versión gratuita sin ver más allá de su propio beneficio. Otro caso son los canales privados de televisión, que no pueden competir con la oferta en abierto, dado el recelo del público a pagar por el mismo servicio que puede recibir sin mediar ningún tipo de abono.
Pero el saber popular también dice que "nadie regala nada". Los objetos que generosamente se reparten en las calles y en los diversos eventos de toda índole, ineludiblemente van rotulados con la correspondiente marca que los patrocina, perteneciente a la empresa que dispendia el regalo. Las empresas no creen en gastos y regalos, más bien en inversiones y promociones. La diferencia entre un gasto y una inversión es que mientras el gasto es un dispendio que se da por perdido, la inversión es un saldo negativo temporal del que se espera un positivo mayor que la cantidad expuesta. Por lo tanto cuando recibimos generosamente toda esta serie de artículos que con tanto agrado tomamos, a pesar de que no tengan la menor utilidad para nosotros, seguramente la factura de los mismo acabará repercutiendo en un incremento del precio de los productos que la empresa comercializa. Los costes de estos objetos banales, y en muchas ocasiones inútiles, acabarán diluidos en el precio de los productos o servicios que realmente necesitamos.
A partir de ahora debe aprender usted a mirar atentamente el tique de la compra y las facturas que reciba. Verá como entrelíneas además de champú, cereales, refrescos y pañales, en la última reparación de su automóvil, o en el recibo del suministro telefónico; Le están cobrando además parte de una sombrilla, un calendario, un balón de playa o un folleto, o cualquier otro objeto que usted u otra persona, en un momento dado, ha reclamado bajo los efectos de una legítima ansiedad posesiva, para acabar tirándolo a la basura.
Jaume Garcés / Julio 2009