BIENVENIDO AL LABERINTO

Parece que el viejo Dédalo se resiste a formar parte del Ades y resurge cada día proyectando nuevas construcciones. A la mirada atenta no se le escapan estos laberintos contemporáneos asentados sobre el espacio trans-territorial y deslocalizado en el que hoy vivimos. Emergen cada día estas nuevas formas de un viejo concepto, las cuales a pesar de no encontrarse físicamente en ninguna Creta, encierran peligros tan brutales como el propio Minotauro. Como Teseo nos adentraremos sin miedo dentro de estos nuevos laberintos, recorriendo este non site, con la única y frágil ayuda de los vínculos.

Adelante, valientes, bienvenidos.

sábado, 13 de junio de 2009

EPITAFIOS

Los epitafios son género de escritura breve y sin embargo como grafía es de los más perdurables en el tiempo. La losa fría nos sirve como un perfecto soporte perpetuo para la últimas locubraciones o ocurrencias que nos planteemos dedicar al resto de los mortales todavía obligados a soportar la existencia. Son una especie de frágil vínculo que pretende mantenernos eternamente presentes en un diálogo a todas luces imposible e insostenible. Tienen sin embargo una capital importancia en cuanto al contenido que expresemos en los mismos, incluso pudieran entenderse de mayor importancia que todo aquello que pudiéramos expresar en vida, ya que si comparamos el tiempo de nuestra vida con el tiempo que permaneceremos muertos, nos damos cuenta de la nimiedad de nuestras palabras expresadas durante nuestra existencia física comparadas con la gran longevidad de nuestras palabras póstumas.

Dentro de este género subliterario podemos establecer distintas categorías: En primer lugar podemos distinguir entre dos tipos las escrituras concebidas y pensadas por el propio difunto o las letras dedicadas al mismo por terceros, normalmente allegados o familiares. Dentro de esta última categoría podemos destacar el de Durero (Albrecht Dürer), el mayor representante del renacimiento en Alemania murió el 6 de abril de 1528 y fue su amigo Willibald Pirckheimer el encargado de escribir su epitafio: "En memoria de Alberto Durero. Todo lo que en él había de mortal está enterrado en bajo este túmulo". En la misma categoría a pesar de no ser abundantes también existen los que tienen cierto aire irónico, como por ejemplo "aquí yace mi querida suegra, descansa al fin y nosotros también".  

Donde mayor diversidad de planteamientos encontramos es en la categoría de los epitafios concebidos por el propio difunto, tenemos por ejemplo el de Molière ( Jean-Baptiste Poquelin "Molière" 1622-1673). El dramaturgo Francés dejó escrito sobre su tumba: "Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien". Otras creaciones son mucho más poéticas como no se podría esperar menos del poeta romántico inglés John Keats que murió el 23 de febrero de 1821: "Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito con agua". Encontramos también otros más lacónicos como por ejemplo el del Marqués de Sade (Donatien Alphonse François de Sade, más conocido por su título de Marqués de Sade fallecido el 2 de diciembre de 1814) el maestro del erotismo y la libertad extrema dejo escritas las siguientes palabras en su tumba: "Si no viví más, fue por que no me dio tiempo". Otros recrean un final mucho más abierto y conciliador como el caso de Jorge Luís Borges, fallecido en Ginebra el 14 de junio de 1986, el escritor argentino dejó escritas estas palabras sobre su tumba: "...Y no tengan miedo".

Siguiendo con las categorías, existe una tercera que puede definirse como epitafios gráficos: aquellos donde no se usan palabras sino símbolos o grafismos. En la tumba de Arquímedes se dice que había como único epitafio un cilindro circunscrito en una esfera.

Y como última categoría podríamos determinar los epitafios aprócrifos: aquellos que son popularmente atribuidos a un personaje pero que no están realmente escritos en su tumba. Quizás el más conocido sea el de Groucho Marx, (Julius Henry Marx), actor y humorista Estadounidense fallecido el 19 de agosto de 1977, se le atribuye la siguiente inscripción en su tumba: "Perdonen que no me levante", también otras versiones como "Perdone señora que no me levante" o "Gracias por la visita, perdone que no me levante". Pero lo cierto es que en su tumba de latón sólo reza su nombre artístico y las fechas de nacimiento y fallecimiento 1890-1977. Otro epitafio apócrifo interesante es el del escritor Antonio Gala que ideado por él mismo dice: "Murió vivo", el sentido del texto se entiende mas chocante sabiendo que el manchego sigue vivo a día de hoy. En la misma línea está el de Eric Idle (Miembro de los Monty Python) quien a pesar de estar vivo se le atribuye el epitafio: "Say no more" (No digas más).

Para mí una de las frases lapidarias más interesantes es la pronunciada por Juan Hidalgo, miembro del grupo ZAJ, compositor y artista de vanguardia vivo todavía en la actualidad, pero que solicita para el final de sus días calma y sosiego de la siguiente manera: "Cuando yo me muera les pido que no hagan nada, en todo caso si quieren hacer algo, háganse una paja". 

Jaume Garcés
Junio / 2009

miércoles, 3 de junio de 2009

PROHIBIDO SUICIDARSE DESDE ESTE PUENTE

Los puentes no son sólo lugares de tránsito, no son meramente estructuras que propician el acceso o la conexión con un territorio. Los puentes son símbolos de unión y confraternidad entre las partes que unen. Son estructuras capaces de salvar largas distancias de recorrido y de propiciar el encuentro y la comunicación entre las gentes de ambas partes. En el diseño de los billetes de Euro se eligieron como motivo gráfico los puentes para celebrar la unión entre los pueblos y naciones que componen la unión económica europea.

Este invento de la ingeniería debemos agradecérselo a la cultura romana, ya que fueron ellos quienes desarrollaron la técnica de construcción y los implantarían a través los territorios que conquistaban para salvar barreras naturales. Durante la época medieval estas obras cayeron en desuso, en ese momento histórico se consideraba que las barrera naturales ofrecían mayor protección en caso de un ataque o invasión y muchos de los puentes existentes fueron destruidos. Pero en el renacimiento resurgieron como como construcción útil y no han dejado de construirse hasta nuestros días, siendo una pieza de ingeniería civil de importancia capital. De hecho los puentes son uno de los principales objetivos militares durante un conflicto, dependiendo de la utilidad del mismo para las propias tropas o para las tropas enemigas se valorará su conservación o la destrucción del mismo.

La cuidad con mayor número de puentes es la ciudad alemana de Hamburgo, asentada en la confluencia entre los ríos Elba, Alster y Bille, con el centro de la ciudad ubicado alrededor de dos lagos es conocida con el sobrenombre de la "ciudad de los puentes", de hecho tiene una peculiar silueta formada por un llamativo montante de 2600.

El más apreciado por sus ciudadanos no es el más grande y reciente, sino un pequeño puente de piedra del cual algunos dicen que fue mandado construir por Carlomagno en el S IX dC. , pero la verdad es que ningún estudioso ha corroborado científicamente estos datos. El pequeño puente es mal llamado por los habitantes de Hamburgo "puente de los suspiros", a pesar de que su morfología no tiene nada que ver con el original veneciano, los habitantes de Hamburgo han bautizado el pequeño puente con este nombre dada la serie de macabros acontecimientos que sobre el mismo se desarrollaron.

Los ciudadanos de Hamburgo lo valoran, no sólo por el sentimiento romántico que se le profesa, sino por que evita un largo y tedioso rodeo a los habitantes del barrio alto de la ciudad que quieren desplazarse al centro, y a todos aquellos que quieren visitar el barrio alto de la ciudad desde el centro, o desde el puerto.

La popularidad del puente fue muy distinta en otros tiempos. Hubó una época en que por desgracia este se institucionalizó, de manera oficiosa, como lugar predilecto para suicidarse. Los ciudadanos de Hamburgo y toda suerte de foráneos, bien por motivos amorosos, deudas económicas, o vulgares depresiones decidían quitarse la vida lanzándose al río desde este puente, y este hecho se convirtió en constante y reiterativo.

La situación creo un latente malestar, sobre todo entre los vecinos de la parte baja de la ciudad, los cuales desde los balones de sus casas con preciosas vistas al río, tenían que soportar el macabro desfile de cuerpos flotando delante de sus hogares. La cosa fue a mayores sobre todo en la época de la postguerra, cuando el reguero de cadáveres se hizo insoportable. Los indignados vecinos de la parte baja decidieron tomar medidas y conminaron al consistorio de la ciudad a que tomara medidas en el asunto proponiéndole que si el problema radicaba en el puente, este debía de cortarse de raíz, ¿como?, pues destruyendo dicho puente. En una ciudad devastada como lo era Hamburgo en ese momento la destrucción de un puente más o menos pasaría bastante desapercibida.

Los vecinos de la parte alta pusieron el grito en el cielo cuando conocieron los planes del Ayuntamiento para eliminar el acceso más fácil y cómodo a su barrio. Enseguida se movilizaron y montaron unas jornadas de protesta con piquetes a la entrada del propio Ayuntamiento, pero no fueron capaces de plantear propuestas alternativas viables a la destrucción del puente. La única que se tomó en cuenta fue la de montar vigilancia policial permanente de manera preventiva en los alrededores del puente, pero también se descartó por el excesivo coste que suponía a medio y largo plazo.

El Alcalde y el equipo de gobierno se vieron en una situación difícil, tenían que decantarse por alguna decisión que sabían sería impopular para alguna de las partes. No podía permitir que el puente siguiera provocando a los suicidas a acabar con sus vidas, con las consecuentes molestias que esto acarreaba a toda la población, especialmente a los del barrio bajo de la ciudad, por otra parte las medidas propuestas por los vecinos del barrio bajo de la ciudad eran un tanto radicales e interesadas, ya que la destrucción del puente suponía un grave perjuicio para los vecinos de la parte alta de la cuidad, puesto que se verían obligados a tediosos e incómodos rodeos, y en todo caso no se garantizaba que el índice de suicidios disminuyera, cosa que sólo podría probarse, o no, una vez causado el daño.

Los gobernantes debatieron el problema en el Parlamento de Hamburgo y tomaron una decisión al respecto. Como buenos políticos decidieron no entrar a fondo en el problema, buscaron una solución que maquillara un poco el asunto y que diera la impresión de que se habían ocupado de ello, sobre todo que no tuviera mucho coste para el contribuyente, así que el Primer Alcalde en funciones, con buen juicio, ordenó que en ambas entradas al puente se instalaran sendos rótulos. Los operarios cumplieron su trabajo y ahora al cruzar el puente uno puede leer claramente en un gran panel reflectante el siguiente texto: "Por orden del Primer Alcalde de Hamburgo: dirigido tanto a los vecinos de la población como a los foráneos y visitantes. Queda TOTALMENTE PROHIBIDO SUICIDARSE DESDE ESTE PUENTE. Se aplicará la sanción máxima."

Jaume Garcés
Junio / 2009

lunes, 1 de junio de 2009

LAS LICENCIAS DEL BEATO darán charla para rato.

Cuando se conoció la noticia de la propuesta para la beatificación del canónigo Andrés Zacarías todos los vecinos de su pueblo natal se escandalizaron. De entrada ya les parecía insólito que hubiera prosperado en la carrera eclesiástica, pero el extremo de beatificarlo les resultó muy difícil, casi imposible de aceptar.

Nadie de los que en vida le conocieron se explicaban como había conseguido la canonjía, a tenor de los pocos méritos personales que se le atribuían, y lo que era peor, los defectos manifiestos que se le conocían. La noticia de la propuesta de culto levantó ampollas. Muchos de sus coetáneos sabían con certeza de sus muchos pecados. La iglesia, siempre dispuesta a perdonar, parecía totalmente ciega al respecto, e incluso bien dispuesta a premiarlo injustamente a la vista de las ascensiones concedidas en su carrera. Pero el extremo de proponerlo para el culto resultó ser la gota que colmó el vaso. ¿Quien había certificado las virtudes de este personaje?, ¿cómo se había llegado a este extremo?.

Las primeras reacciones no se hicieron esperar, el obispado de la diócesis comenzó a recibir una avalancha de quejas (más de mil) oponiéndose a la beatificación, en su mayoría provenían de su pequeño pueblo natal, donde más de cerca se le conoció. A pesar de la multitud de quejas que recibió el obispado, al abordar el tema durante sínodo diocesano se tomó la decisión firme de continuar adelante con la propuesta de beatificación. Cuando esta decisión se comunicó en las distintas parroquias el malestar de los feligreses fue en aumento de manera exponencial. A pesar de que algunos de ellos comenzaban a resignarse pensando que probablemente estarían equivocados al respecto de la opinión que se habían formado de esa persona, el sentimiento de la mayoría era el opuesto, se sentían defraudados y engañados por sus padres espirituales. 

La manera en que se desarrollaron los hechos a partir de este punto fue bastante curiosa, algunos de los feligreses más molestos con el asunto comenzaron a aplicar este sencillo argumento, que rápidamente se extendió: "Si Andrés Zacarías una persona reconocidamente pecadora puede ser propuesto y elegido para ser honrado con culto, también yo e incluso mi familia podemos ser beatificados". Así pues se instauró un clima de complacencia con el asunto de la beatificación del canónigo puesto que veían en ello la puerta abierta para la su propia beatificación y la de sus familiares. 

Comenzaron de inmediato la tramitación de las solicitudes de los familiares ya difuntos y el obispado comenzó a colapsarse ante tal avalancha de solicitudes, las mil cartas anteriores de quejas se habían multiplicado por quince, debido a que ahora cada feligrés no sólo enviaba una solicitud, sino que solicitaba la beatificación de casi todos sus parientes.

A medida que transcurrían los días sin que se les remitiera ninguna negativa sobre sus "justificadas" solicitudes, se iba instaurando en el pueblo un ambiente de euforia. Todos proyectaban en su imaginación la imagen de sus familiares queridos beatificados, e incluso lo más alentador: se veían a ellos mismos beatificados en un futuro. Se alcanzó el punto máximo de exaltación cuando se conoció la noticia de que iban a recibir la visita del nuncio. Más de uno sufrió entonces algún pequeño desmayo viéndose ya beato.

En realidad las intenciones del nuncio eran bien distintas. Los inusuales hechos registrados en el obispado no tardaron en conocerse en Roma, donde los prelados cardenalicios a raíz de la inusitada manifestación de devociones solicitadas para su reconocimiento, decidieron enviar a un nuncio papal para que calmara los ánimos y disipara las intenciones de beatificación expresadas por parte de tan enorme contingente de fieles. Así pues el nuncio papal viajó hasta la población y se instaló momentáneamente para resolver el asunto. 

La primera actuación al respecto fue establecer una primera ronda de entrevistas con todos los solicitantes para ver las esperanzas que albergaban y el alcance de sus intenciones. Una vez hecho esto comenzó una segunda ronda más personalizada y delicada con cada uno de los solicitantes donde se les aconsejaba desistir de sus intenciones y se les esgrimía el siguiente argumento: "La iglesia está necesitada de devociones, los hechos de la persona en sí no son relevantes comparado con la ilusión que pueden desencadenar en el resto de la gente con su beatificación", "no dudamos de la veracidad de los argumentos de su solicitud, pero si procediéramos a una beatificación en masa esta perdería su valor, y lo que es más grave, todas las anteriores campañas de beatificaciones también lo harían. En este caso, y como buen cristiano, se deben anteponer con humildad los intereses generales a los personales." 

Verdaderamente,  los argumentos del nuncio sólo calaron en un pequeño grupo de solicitantes, el resto estaban demasiado ilusionados con la posibilidad de beatificarse como para hecharse atrás llegados hasta ese punto. El nuncio viendo la pertinaz actitud que presentaban los feligreses decidió abordar el problema desde otro punto de vista: "Mirad que las beatificaciones que solicitáis no son para vosotros, sino para parientes que ya no viven, y en ningún caso os garantizan que vosotros mismos os convirtáis en beatos. Sin embargo si desistís de vuestro empeño la iglesia os lo sabrá agradecer". Con estas promesas en el aire el nuncio consiguió que desistieran de la intención de solicitud otra parte más, pero el conjunto solicitantes seguía siendo numeroso todavía. Así que el nuncio decidió tomar medidas más concretas y efectivas. Comenzó ofreciendo pequeñas cantidades de dinero a cambio de la renuncia, según veía el empeño y la tenacidad del solicitante iba aumentando la cantidad ofrecida, la regla era simple: a mayor  firmeza en el propósito de solicitud mayor cantidad económica se le ofrecía. Al final casi todos cedían, todo el mundo tiene un límite. Un pequeño grupo de obstinados fueron los que consiguieron las mejores contraprestaciones. El nuncio viendo que el dinero no era motivo suficiente para convencerles decidió agregar un valor añadido a la oferta, les ofreció un viaje a Roma para asistir al acto de beatificación del canónigo, donde podrían ver personalmente al Papa. 

Finalmente el problema fue resuelto, todos quedaron compensados y bien satisfechos con su renuncia. Durante el acto de beatificación del canónigo Andrés Zacarías en Roma, un nutrido grupo de vecinos de su población natal abarrotaban la plaza de la Basílica de San Pedro, todos ellos vestían ostentosos trajes nuevos, y durante el acto agitaban de manera compulsiva pequeñas banderolas blancas y amarillas, incluso más de uno llevaba una pancarta ornamentada con flores donde se exhibía la foto del beato. Sus caras reflejaban la complacencia y el fervor, como algún locutor dijo: en sus rostros se refleja claramente la expresión de exultación y júbilo.

Jaume Garcés
Xaló / Junio 2009