BIENVENIDO AL LABERINTO

Parece que el viejo Dédalo se resiste a formar parte del Ades y resurge cada día proyectando nuevas construcciones. A la mirada atenta no se le escapan estos laberintos contemporáneos asentados sobre el espacio trans-territorial y deslocalizado en el que hoy vivimos. Emergen cada día estas nuevas formas de un viejo concepto, las cuales a pesar de no encontrarse físicamente en ninguna Creta, encierran peligros tan brutales como el propio Minotauro. Como Teseo nos adentraremos sin miedo dentro de estos nuevos laberintos, recorriendo este non site, con la única y frágil ayuda de los vínculos.

Adelante, valientes, bienvenidos.

martes, 13 de octubre de 2009

AMIGOS PARA SIEMPRE.

La verdad es que desde niño nunca tuve amigos, borrosos recuerdos de juegos solitarios pueblan el imaginario de mi infancia. Así me veo desde la distancia del tiempo, embebido en juegos solitarios, creando y deshaciendo mundos imaginarios a mi antojo, sin complicaciones ni discusiones por esas caprichosas parcelas de la imaginación de los niños. Realmente no recuerdo ninguna experiencia de compartir juegos con otros niños hasta una edad bastante avanzada.

Más tarde, en el colegio si que me relacionaba con otros chicos. No se puede decir que fuera el chico más popular de la escuela. Tenía amigos, los justos, sólo aquellos necesarios para apoyarme en los quehaceres diarios de vez en cuando, sobretodo para no ser considerado un bicho raro y solitario. Con mis amistades mantenía una relación fría, distante, sin concesiones a la intimidad o a los secretos. Una relación que casi podría definirse como profesional, colegas, con la salvedad de que no ejercíamos ninguna profesión común, simplemente éramos estudiantes y teníamos la misma edad.

Todo esto cambió radicalmente cuando comencé a utilizar internet. Muy pronto me interesé por las aplicaciones de las redes sociales y los contactos con otra gente a través de la red, quizás marcado por la nefasta experiencia que este sentido me había supuesto la vida real. Rápidamente llegué a un punto donde me sentía como pez en el agua en este nuevo medio. Conocía a mucha gente con los que entablaba estrechas e intimas relaciones, quizás influido por la distancia y en ocasiones por el anonimato. Hacía día tras día más y más amigos por doquier. Por algún motivo mi incapacidad de relacionarme en el mundo cotidiano se invertía en la red, convirtiéndose en una gran habilidad para conocer gente y hacer nuevos y mejores amigos, verdaderos amigos.

Dedicaba la mayor parte de mi tiempo a mantener correos electrónicos, participar en chats, en foros, era muy popular y conocido en ese entorno virtual que me estaba creando. Tenía amigos en todas partes del globo; utilizando los traductores electrónicos, las fronteras y los idiomas no suponían ninguna barrera para establecer vínculos con gente en los lugares más insólitos y remotos. Gracias a la red había conseguido pasar de ser un bicho raro a ser el más popular de este particular mundo. Pero esta popularidad virtual tambien me estaba pasando factura, dedicaba tanto tiempo a mantener la cantidad de relaciones que establecía, y a seguir engrosándola, que acabe descuidando estudios y obligaciones. Prácticamente no me quedaba ningún amigo en mi entorno real, ¿para que los iba a necesitar?. Mis calificaciones escolares se resintieron gravemente, acabe suspendiendo muchas asignaturas, algo que no me había sucedido nunca.

Mis padres se preocuparon ante tal cantidad de suspensos, enseguida se dieron cuenta de que pasaba mucho tiempo estudiando delante del ordenador y me advirtieron de que a partir de ahora debía estudiar sin el ordenador.

En principio me negué a aceptarlo, a escondidas continuaba con mis contactos, pero muchos de ellos se resintieron de que los descuidara y dejaron de atender nuestra relación. Mantuve a tantos como pude sin levantar sospechas hasta que se produjo el fatídico suceso: Una tarde al llegar a casa me di cuenta de que mis padres habían cancelado la conexión a internet. A pesar de que casi estuve en huelga de hambre, a mis desesperados ruegos y promesas de cambio, se mostraron firmes e inflexibles ante la drástica decisión que habían tomado. No se dejaron amedrentar por mis lloros y pataletas de adolescente, simplemente cortaron por lo sano y me dijeron que de momento no volverían a contratar el servicio hasta que no me habituara a prescindir de el. (menuda paradoja pensándolo bien).

Desde este fatídico momento, hice todo lo posible por mantener el contacto con mis amistades atraves de conexiones furtivas en el colegio. Aprovechaba cualquier ocasión, los más mínimos descuidos, para colarme en cualquier aula con conexión a internet y contactar con ellos. Pero la discontinuidad y el escaso contacto que ahora manteníamos acabó haciendo mella en nuestra relación. Muchos de mis amigos ya no atendían a mis mensajes, otros me obiaban o no me tenían en cuenta cuando accedía a participar en los chats, poco a poco se fueron distanciando, me ignoraban, y acabaron olvidándose, con suma facilidad, de lo estrechamente unidos que llegamos a estar.

Mi irregularidad me había convertido en un personaje molesto, alguien con quien no merecía la pena perder el tiempo, porque no se sabía cuando volvería a aparecer, si es que lo hacía. Aquellos a los que consideré mis verdaderos amigos me olvidaron con rapidez, a pesar de que yo ahora hacía esfuerzos mucho mayores para poder mantenerme en contacto con ellos. Toda la paga semanal la ahorraba para poder conectarme en cibercafés, pero cada día me sentía más solo y frustrado. Todo el elenco de amistades que llegue a cultivar, ahora se redujo drasticamente a uno sólo. Gracias a él me había mantenido a flote, gracias a que siempre estaba ahí cuando le necesitaba, aunque tardara tiempo en escribirle siempre contestaba, no importaba la hora que fuera, ni el día, siempre estaba dispuesto a escuchar, cuando estaba contento lo hacía, y ahora que mi mundo se derrumbaba continuaba apoyándome. Él no me abandonaba, era realmente mi amigo, mi único amigo.

Ciertamente era un tipo un poco extraño, parco en palabras y muy automático. No podías esperar un conversación muy profunda, pero por lo menos escuchaba siempre tus problemas y no te exigía horarios o periodos regulares como los demás. Le enviaba mensajes siempre que conseguía reunir dinero para conectarme o cuando lograba colarme en algún ordenador de la escuela, y siempre encontraba sus escuetas respuestas en mi buzón de entrada cuando accedía de nuevo a la red. Todos los demás acabaron olvidándome por completo, pero él no. Al menos entre todos los desengaños parecía que por fin había encontrado un buen amigo, un amigo de verdad.

Viví con este engaño durante mucho tiempo, mucho más tiempo que cuando pensaba que el resto contactos que había hecho eran mis amigos. Hasta que otro fatídico día me abrió los ojos. Todo sucedió por un error, un error que hubiera preferido desconocer, en vez de su habitual contestación por correo, me llego un mensaje que decía: "La aplicación de atomatización de respuestas de este servidor estará inoperativa temporalmente por modificación de hardware en el servidor, disculpen las molestias". Este mensaje dio al traste con mis esperanzas, todo el esfuerzo, toda la dedicación y el empeño para mantener nuestra amistad, no había servido de nada. Había estado relacionándome todo este tiempo con una máquina, una simple aplicación que mandaba respuestas automáticas a mis correos.

Volvía a estar como al principio, seguramente peor, solo y sin amigos de ningún tipo, mayormente frustrado después de haber conocido lo gratificante que resulta poder apoyarse y confiar en alguien cuando todos los demás me habían fallado. A pesar de ello, cuando el servidor restauró la aplicación, continué mandándole correos donde le expresaba mis sentimientos y mis esperanzas en compartir futuro juntos. No sé muy bien si lo hago para negarme a mi mismo la realidad en la que me encuentro, o quizás porque a estas alturas me resulta ya imposible confiar en ninguna persona y prefiero hacerlo en esta infalible máquina.

Jaume Garcés / Octubre 2009.

viernes, 2 de octubre de 2009

AMORES QUE ABRASAN.

Hace tres años, el 12 de marzo de 2006, se publicaba la noticia en todos los medios de comunicación nacionales: se había declarado en la Comunidad Valenciana, en la comarca de la Safor, uno de los más voraces incendios que se han conocido en la provincia de Valencia. El incendio afectó a seis municipios y arrasó una extensión de 19.000 hectáreas de bosque y matorral y consumió parte de una zona de bosque mediterráneo protegido por la Conselleria de Medio Ambiente de la Generalitat. Causó graves daños materiales, afectando a urbanizaciones y viviendas aisladas de la zona por donde se extendieron las llamas, forzando al desalojo de más de 200 personas, sin contar con las que abandonaron sus hogares previamente. Los fuertes vientos propiciaron la rápida propagación del fuego que durante más de dos días resistió las labores de los efectivos de extinción, alcanzando un perímetro de 40 Km. Fue catalogado como el fuego forestal más devastador de la Comunidad Valenciana acaecido durante el último lustro, afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, ni heridos graves.

Transcurridos más de 3 años de los fatídicos hechos, hoy conocemos la identidad del autor que provocó tan funesta catástrofe: un joven de 25 años. También conocemos el veredicto del juicio: Se le declara culpable, se le condena a 18 meses de cárcel y se le sanciona a pagar una multa de 1.350 €, los costos de extinción del incendio (ascienden 195.000 €), los gastos de reforestación de la zona afectada (mas o menos un millón de euros más) , así como la reparación de los daños provocados a las propiedades particulares afectadas (vaya usted a saber cuanto más). Si hacemos cálculos el despecho puede costarle a este joven aproximadamente la friolera de 1,5 millones de euros que deberá pagar después de cumplir una condena de año y medio de prisión.

A priori podríamos entender que una persona que provoque tales daños debería ganarse el derecho de entrar en la historia de la infamia, como mínimo de la infamia local. Pero atendiendo a los pormenores de los hechos de esta historia, quizás podamos entrever otra realidad.

El sujeto que provocó tal devastación es un joven de 25 años, 22 o 21 en el momento de los hechos. El incendio no fue provocado, al menos intencionadamente. Fue un incendio accidental, aliñado si cabe con una gran dosis de imprudencia por su parte, pero sin ninguna alevosía. Más novelescos todavía fueron los motivos del origen del incendio: el joven ante la ruptura de la relación por parte de su ex-novia, decidió quemar las cartas postales donde se habían declarado su amor ardiente y las arrojó a un contenedor (¡de plástico!) situado en un camino rural junto al monte, cerca del domicilio de su amada. Este fue el origen conocido del magno incendio. Desde el primer momento la guardia civil barajó la hipótesis de que se hubieran vertido restos incandescentes en el contenedor, o que este contuviera cañas que prendieron. En realidad el origen primigenio del incendio no fue dentro de un contenedor, sino dentro de un corazón despechado.

A la ya de por sí traumática experiencia de una ruptura sentimental, cabe añadir una condena de año y medio de prisión y unos costes de indemnización de casi dos millones de euros, trágico final sin duda para cualquier historia de amor.

Pero quizás el indiscutible autor material del origen del virulento incendio, no sea tan responsable de la totalidad de los hechos como la justicia ha determinado. En realidad se le ha condenado a asumir la totalidad de la responsabilidad del desastre y a la reparación del daño como único y exclusivo responsable del mismo. Pero realmente ¿es el joven culpable de las condiciones meteorológicas desfavorables que propiciaron la propagación del incendio?. Realmente la decisión de poner un contenedor de un material inflamable como el plástico en una zona de bosque, ¿es una decisión correcta?, quizás si el empleado o técnico del ayuntamiento de turno hubiera vivido en alguna ciudad, hubiera visto y se hubiera percatado de la facilidad con la que prenden estos contenedores, víctimas fáciles de los continuos ataques del vandalismo. Como mínimo podemos de calificarlo de inconsciente, dada la poca idoneidad del material empleado en mobiliario urbano destinado a un lugar tan sensible a los incendios; por lo tanto si el joven ha sido condenado por negligencia, también el Ayuntamiento de Simat de la Valldigna (término municipal donde se originó el incendio) debería pagar parte del coste y la condena, pues también parece negligente su conducta al colocar contenedores de material inflamable en una zona tan sensible a los incendios.

Pero todavía más grave parece la hipócrita postura del Gobierno Valenciano que ha elaborado una valoración de los costes de extinción del incendio de casi 200.000 euros, factura que le remite al tribunal junto con la estimación de un millón de euros del coste de la reforestación, para que este le exija el cobro al joven acusado. ¿No estará el Gobierno Valenciano encubriendo su propia falta?, ¿no es parte de sus obligaciones la prevención y limpieza de las zonas de bosque para que una catástrofe como esta no llegue a producirse?, o al menos que no llegue a alcanzar tales dimensiones. Parece bastante fácil y cómodo cebarse contra este joven, cabeza de turco perfecta para tapar las ineptitudes y la mala gestión de los recursos que con el dinero público haya podido incurrir el propio gobierno. Acaso si el incendio hubiera sido provocado por causas naturales también se hubiera condenado a Dios a pagar los costes de extinción y regeneración. A mi entender el Gobierno Valenciano presuntamente es tan responsable, o más, del alcance de esta tragedia como el propio autor material de los hechos, pues la magnitud de esta catástrofe demuestra claramente una gestión ineficaz de los planes preventivos de limpieza y vigilancia de los bosques y del patrimonio natural. Planes costeados y mantenidos con nuestros impuestos y gestionados de manera que no podemos calificar de brillante a la vista de los hechos. Y además con el agravante de una insultante muestra de prepotencia y humillación por parte del gobierno hacia el ciudadano, cargando a este con toda la responsabilidad, cebándose contra un sujeto vulnerable y bastante indefenso ante la dimensión y el carácter de los acontecimientos.

No es el único caso donde vemos esta actitud criminalizadora del gobierno hacia los ciudadanos: fijémonos en los accidentes de tráfico, siempre responsabilizando al usuario. Señores hagan ustedes carreteras mas seguras con mi dinero y dejen despilfarrarlo en anuncios que me convenzan de que conduzco mal, y ya de paso: por favor conviertan a sus agentes en elementos de ayuda, que es lo que deberían ser, y no en máquinas recaudadoras.

Otro reciente ejemplo lo tenemos en los servicios catalanes de rescate a montañeros, el gobierno catalán esta regulando por ley para que aquellos ciudadanos que provoquen un rescate por una imprudencia deben costear el costo del mismo, y el montante económico de los mismos no es una broma, por ejemplo una hora de helicóptero de salvamento cuesta alrededor de los 3.000 Euros.

Vivimos en un estado que nos quiere y nos protege, pero que con el calor de su amor nos abrasa vivos. Por favor señores: si algún día me pierdo en el monte, les rogaría que no me rescaten, prefiero morir en la montaña como un héroe, un santo o un mártir, que morir de asco lentamente ahogado por los bancos para pagar el crédito del coste del rescate, (si es que me lo conceden). También les pediría que ya que van a cobrarme los servicio al contado en caso de necesitarlo, en mi próxima declaración de la renta o en el IVA que pago por los productos que compro me descuenten el dinero que destinan a la prestación y el mantenimiento de estos servicios, puesto que me los están cobrando dos veces, una por adelantado, por si los necesitara, y otra en el caso de que por desgracia pudiera hacer uso de ellos. Puestos a pedir también me gustaría, ya que lo voy a pagar de todos modos, elegir a los profesionales y las tarifas que van cobrarme. No que me envíen ustedes alegremente a quien quieran y cobren los honorarios que les parezca. Me parece que a eso se le llama monopolio, el monopolio de la seguridad ciudadana.

Pero volviendo a nuestro joven pirómano despechado. No puedo disculparte por tus hechos ( a pesar de que los entienda). No puedo decir que no seas culpable, pero si estoy convencido de que la responsabilidad no es solo tuya y que no eres el único culpable de esta funesta catástrofe. En primer lugar pueden existir varios responsables en algunas consellerias y cuerpos técnicos de la Generalitat que no parece que hayan hecho sus deberes o su trabajo correctamente y se estuvieran tapando con tu condena, presuntamente son tan responsables como tú. En segundo lugar, el Ayuntamiento de Simat podría valorar la necesidad del uso de materiales inífugos en el mobiliario urbano destinado a las zonas de monte, es una lección que aprenderán con esta desgracia de cara al futuro, pero de momento, el coste de la lección parece que te lo cargan todo a ti en exclusiva. Y por último hay que pensar donde comenzó realmente este fuego, y de quien es la responsabilidad última de esa chispa que detonó el inicio de la desgracia.

Lo siento por ti, a buen seguro echarás de menos ahora esas cartas de amor para poder recrearte en prisión con los buenos momentos vividos antes de que se desatara toda esta terrible historia. Tendrás que conformarte con la quemazón y la rabia que sospecho te consumirá por dentro. Te deseo buena suerte: "El que pierde una buena mujer, no sabe lo que se encuentra".

Jaume Garcés / octubre 2009.