BIENVENIDO AL LABERINTO

Parece que el viejo Dédalo se resiste a formar parte del Ades y resurge cada día proyectando nuevas construcciones. A la mirada atenta no se le escapan estos laberintos contemporáneos asentados sobre el espacio trans-territorial y deslocalizado en el que hoy vivimos. Emergen cada día estas nuevas formas de un viejo concepto, las cuales a pesar de no encontrarse físicamente en ninguna Creta, encierran peligros tan brutales como el propio Minotauro. Como Teseo nos adentraremos sin miedo dentro de estos nuevos laberintos, recorriendo este non site, con la única y frágil ayuda de los vínculos.

Adelante, valientes, bienvenidos.

domingo, 5 de julio de 2009

ÉXODO VACACIONAL

El éxodo vacacional genera ciudades vacacionales, ciudades que no se asientan en el espacio sino que más bien se sustentan en el tiempo; no tendrían razón de ser, o tendrían una idiosincrasia totalmente distinta, si no fuera por la confluencia coordinada y masiva de sus visitantes al unísono en un mismo periodo de tiempo.

He aquí un ejemplo de una de ellas:

La ciudad vence a duras penas el paso de los días de invierno. Aletargada entre almanaques caducados y ropa de la temporada anterior, se apaña con las escasas momias que la habitan, ansiosa por la llegada de la nueva temporada estival que la haga renacer y rejuvenecer de nuevo en toda su opulencia y esplendor.

Entre tanto, calma su voraz apetito de protagonismo noticiario con pequeños aperitivos de media categoría, como puentes festivos, excursiones del inserso, o vuelos baratos desde Londres. Si todo esto falla como último recurso para aplacar sus ansias ante la esperada llegada del periodo estival, siempre quedan las socorridas vacaciones de Pascua.

Con la llegada de junio, hordas de camareros de segundo oficio, gogós de discoteca, prostitutas, gigolós y carteristas de playa, comienzan a instalarse en la ciudad ejercitándose y adiestrándose en sus respectivas artes, alerta y a la espera de la inminente llegada de las avalanchas de turistas, con los que esperan hacer su particular agosto y compensar los dispendios de los pingues meses de invierno.

En julio la ciudad comienza a despertar con la fuerza de un volcán. Sus calles y amplias avenidas hasta ahora semi vacías, de repente se embotan y se colapsan con la irrupción en tropel de turistas multicolor cegados de sol, descanso y fiesta sin tregua durante las semanas que durará su estancia. A la marcha de unos se sucede la llegada de otros, y de este modo, en constante relevo, la ciudad parece estar siempre inmersa en la misma masa anónima embutida en chanclas y bañador.

Durante agosto la ciudad alcanza su punto álgido, exhibe exultante una bacanal de cuerpos desnudos parapetados entre sombrillas, hamacas y toallas. El astro rey oficia de maestro de ceremonias en este festín de la piel, desde su cenit pelea con rabia emitiendo toda la potencia de sus rayos UVA sobre las escaldadas carnes de cautos turistas rebozadas en cremas de factor cincuenta. A medida que transcurre agosto la ciudad consume sus días embebida en una ilusión ficticia aliñada convenientemente con ginebra o éxtasis, que acabarán por diluir completamente la natural barrera que divide el día y la noche. Se forma una costra artificial de día-noche continuo que roza la locura y ayuda a los ya desgastados turistas a evadirse la idea del anunciado e irremisible final. El mismo final que la propia ciudad teme e intenta zafarse sin éxito; el fin de sus días de gloria cíclica y perecedera, a los cuales antes de comenzar ya se les ha impuesto una inevitable fecha de caducidad.

La inefable fecha llegará en septiembre precedida de rezagados turistas, que por motivos varios se presentan en la ciudad a destiempo. Turistas ávidos de recuperar el tiempo perdido aún sabiendo de lo imposible de su propósito puesto que la ciudad se encuentra ya deshinchándose, y a medida que pasan los días se vacía más y más, hasta el punto que los demorados veraneantes de septiembre acabarán pidiendo encarecidamente tan sólo que se les conceda clemencia meteorológica para disfrutar con un mínimo de dignidad sus ansiados días de descanso.

Las lluvias acabarán destrozando el sueño de la ciudad de dar continuidad a este ejercicio de vida y actividad. Por que la entrada del otoño no perdona, y la sumirá de nuevo en su letargo de momias endémicas y calles vacías, inmersa entre almanaques que inexorablemente caducarán en diciembre y prendas de temporada que todavía en el siguiente año, cuando el ciclo comience de nuevo, quizás puedan ser vendidas a los nuevos turistas, aunque sea a precio de saldo.

Jaume Garcés / Juliol 2009

No hay comentarios: