Septiembre suele empezar con mal pie: pasado por agua o puesto en remojo, cargado de incómodos exámenes de aquello que no pudimos o decidimos posponer. Preñado de tediosa rutina que agosto casi había conseguido que olvidáramos.
Septiembre es un mes menguante, que se acorta día tras día. Y también un mes tránsfuga que comienza como militante rezagado del verano, para acabar pasándose a las primeras filas del otoño.
Septiembre es un mes urbanita con su banda sonora de tráfico rodado. Como un imán, atrae hacia las ciudades a finiquitados veraneantes que resignados cambian sus bermudas por el traje, y calman sus ansias comprando en quioscos los primeros fascículos de colecciones que nunca terminarán. Hermano menor de enero, cargado de grandes propósitos, de intenciones incumplidas, pero huérfano de nuevo año, y carente del principal aliciente: el estímulo de las rebajas.
Septiembre es como un hijo no deseado, que se decide tener por resignación, por que se sabe que es ley de vida, por que aunque nos duela: no hay otra manera de que llegue otro agosto nuevo sin que se pase por la casilla de salida. Pero aún así siempre se le guarda cierto rencor, como si se le considerara en si mismo culpable de la estocada final a nuestro días de libertad i descanso.
La tímida defensa que esgrime septiembre son los veraneantes tardíos, exhibidos en televisión como prueba feaciente de que es posible extender contra natura ese periodo vacacional del cual todos nos condolemos por haber acabado. Pero suelen ser un endeble argumento de defensa, pues las tormentas se encargarán de quitarnos esa ilusión y devolvernos a la realidad de nuestros legítimos hogares.
Septiembre es un mes falaz y engañoso, computa como el noveno del calendario aunque en su raíz latina signifique séptimo, y como un pícaro acepta tener dos nombres "septiembre" o "setiembre".
Septiembre, mes del zafiro y la caléndula, con sus batallas, declaraciones de independencia y atentados del pasado. Inexorable y ajeno vuelve cada año, y volverá de nuevo, después del próximo agosto y antes del próximo octubre, y como bien dice el refrán :"agosto y septiembre no duran siempre".
Jaume Garcés / Septembre 2009
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