BIENVENIDO AL LABERINTO

Parece que el viejo Dédalo se resiste a formar parte del Ades y resurge cada día proyectando nuevas construcciones. A la mirada atenta no se le escapan estos laberintos contemporáneos asentados sobre el espacio trans-territorial y deslocalizado en el que hoy vivimos. Emergen cada día estas nuevas formas de un viejo concepto, las cuales a pesar de no encontrarse físicamente en ninguna Creta, encierran peligros tan brutales como el propio Minotauro. Como Teseo nos adentraremos sin miedo dentro de estos nuevos laberintos, recorriendo este non site, con la única y frágil ayuda de los vínculos.

Adelante, valientes, bienvenidos.

jueves, 21 de mayo de 2009

Expulsión y readmisión de los moriscos, según convenga.

El 4 de agosto de 1609 Felipe III firma en Segovia un decreto que autoriza la expulsión de los moriscos de todos los reinos de la monarquía. El 22 de septiembre el virrei de Valencia, Marqués de Caracena publica el bando por el cual declara forajidos del Reino de Valencia a todos los moriscos " ... axí homens, com dones, amb els seus fills" ( así hombres, como mujeres, con sus hijos).

Esta decisión política tendrá unas consecuencias muy dramáticas en la práctica, ya que supuso la movilización de una parte muy importante de la sociedad valenciana de la época. No sólo por el gran volumen de población que los moriscos representaban, sino por que eran un pueblo muy arraigado a las tierras valencianas, donde habían convivido durante varias generaciones.

La estrategia de expulsarlos no fue una idea nueva, ya en el año 1592 Felipe II tomó la decisión de expusarlos. La ejecución de esta decisión fue aplazada por la controversia surgida entre los partidarios de la expulsión que veian en el colectivo una amenaza para la religión y el Reino, y los contrarios a la medida representados por gran parte de la nobleza valenciana temerosos de las perdidas que sufririan sin la disposición de unos vasallos tan eficientes y poco exigentes como eran los moriscos.

Los pueblos se forman en las raíces de la historia, mucho más profundas de lo que las injusticias sociales tienen posibilidad de borrar. En los últimos años hemos visto como el norte de África nos devolvía de nuevo un contingente importante de población que volvía a asentarse principalmente a lo largo de todo el territorio español y francés. De nuevo la utilidad de estas gentes para el provecho de los residentes ha contribuido a mitigar el rechazo, pero no la exclusión. Mientras la diferencia con el otro se mantenga bien marcada y los límites esten bien definidos el problema se considerará un mal menor. No queremos al otro, no aceptamos su cultura y sus costumbres, pero es conveniente que las mantenga puesto que en el momento que comience a participar de nuestra cultura y costumbres, en el momento en que la linea divisoria entre nosotros y ellos sea difusa, se corre el peligro de perder un instrumento de estabilidad. Comienza entonces la des-estructuración del yo, en la disolución de la diferencia es donde surge la amenaza. La perdida de claridad en el hecho diferencial, asusta más que la diferencia en sí misma. Usamos en muchos casos la diferencia como legitimación del abuso, mientras que si esta diferencia no esta bien marcada y definida, si existe una dificultad o imposibilidad de fijar las categorías, nuestra moral nos obliga a questionarnos la legitimidad del provecho que sacamos de los demás.

En la actualidad dentro del marco de las sociedades europeas contemporáneas muchos de los conflictos sociales vienen determinados por la transgresión de esa barrera diferencial, las nuevas generaciones de población emigrante asentadas en Europa son híbridas, se circunscriben en el terreno de lo ambiguo, y plantean serios problemas por su resistencia a la catalogación. No podemos determinar con claridad en que lados de la linea deben ubicarse, es más hacen que la línea en sí misma comience a desaparecer y con ella toda una serie de privilegios deberán cederse y compartirse con un número creciente de personas.

Cuando las condiciones económicas son favorables y los mercados necesitan abastecerse de recursos humanos aceptamos la coexistencia del otro como un hecho inevitable, pero siempre intentando mantener bien clara la diferencia, "yo no soy el otro", somos diferentes, muy diferentes. Salvaguardar esta diferencia es un hecho importante, por que supone un salvavidas al que agarrarse cuando las condiciones económicas cambien. Desde la perspectiva histórica nos vemos capaces de juzgar el hecho de la expulsión de los moriscos acaecida a principios del SXVII como un acontecimiento histórico reprobable, pero en la actualidad somos capaces de repatriar a todo un contingente de población a sus países de origen, cuando hemos hecho uso de ellos para mantener un crecimiento económico. Pagar un billete de avión y liquidar una cantidad económica a modo de finiquito, ¿no es tambien una manera diplomática de expulsión?.

Vivimos en una sociedad global , pero nuestro concepto de globalización resulta un tanto ridículo todavía, puesto que se genera desde una posición unidireccional dentro del contexto marcado por el pensamiento del binarismo. Creemos ingenuamente que la globalización consiste en que se pueda comer una hamburguesa en París por un euro, comprar unos vaqueros en Tokio o que se juegue al fútbol en Sudáfrica, pero nos negamos rotundamente a que se instale una mezquita en nuestro barrio. Nos falta añadir mas ingredientes a la receta que usamos para mejorar la co-existencia, sobre todo el ingrediente de la aceptación, y quizás este sea el más nos asusta, por los cambios trascendentales que conlleva.

Jaume Garcés
Xaló / abril 2009

No hay comentarios: